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Los coches de mi vida

Fue durante en el transcurso de su vida universitaria, cuando aprendió a conducir. Las maniobras para aparcar le parecían ser lo más complicado del mundo.

Mike era capaz de hablar y leer fluido cinco idiomas, manipular el lenguaje a su antojo en los debates sobre economía y se sabía de memoria cualquier hito histórico que alguna vez hubiera sido escrito. Pero tenía un problema con las distancias. Su fuerte desde luego no radicaba en la capacidad espacial.

Lo que más le impresionaba a Mike de su profesora de autoescuela era la capacidad que tenía de medir la distancia con el coche de al lado. Le impresionaba la facilidad con la que sin apenas mirar sabía si estaba pisando la línea del aparcamiento. Cada clase que terminaba, debía tomarse una tila. Esto de conducir no estaba hecho para él.

Se sentía frustrado. Hasta Izzi se había sacado el carnet, tenía moto y conducía el coche de su hermano de vez en cuando. Izzy no era capaz de sumar dos y dos y apenas se enteraba de la misa la mitad. Pero ella tenía carnet. Él en cambio alcanzaba la septuagésima octava clase de conducir y no era capaz de poner el intermitente a la vez que miraba por el retrovisor.

Fue entonces, en esa frustración cuando comenzó a obsesionarse con los coches antiguos. Desde que veía en ellos todo lo que su coche de autoescuela no tenía. Eran pequeños y apenas le preocupaba a la gente los golpes que pudieran tener. Eran bellos incluso duramente golpeados.

Los coches antiguos que más le gustaban eran los clásicos de los sesentas, pero le encantaba ver por la calle algún coche de esos noventeros, de cuando él era niño y se conocía todas las marcas.

Su obsesión era tal, que comenzó a hacer listas de coches. La tituló Los Coches de mi Vida. Como si de verdad esos coches fueran algo importante. Y la verdad es que los coches de mi vida se convirtió en la razón de su existencia.

Los coches de mi vida.

La lista la comenzó con todos los coches comercializados entre 1955 y 1970. Quince años dan para mucho, pero existen épocas en las que las cosas se estiran más de la cuenta, y los sesenta son una de esas épocas.

No todos los coches tenían las particularidades que a él le gustaban, algunos tenían características únicas como un maletero en la parte delantera, otros estaban completamente extinguidos y no quedaba de ellos más que el recuerdo. Sin embargo había otros que se restauraban y los vendían en ferias de todo tipo a lo largo y ancho del país.

Su sueño era conseguir uno de estos coches. Estaba convencido de que si conseguía uno aprendería a conducir. Él sabía, en su interior, que esos coches eran lo que tanto tiempo había reclamado. Los coches de mi vida, se repetía cada noche.

La feria de su ciudad no tardaría en llegar, quedaban apenas dos días para la inauguración y tenía reservadas las entradas. En la universidad le pidió a Izzi, no sin temer por los resultados futuros, que tomara apuntes de las clases que tendrían lugar aquel día, porque él tendría cosas que hacer durante toda la jornada y no podría asistir.

Se plantó en la feria a primera hora, fue tan previsor que hasta imprimió un plano del recinto para no perder ningún detalle de lo que allí ocurriría. Primero a los coches de los sesenta, los de su predilección, más tarde a por los de los noventa y finalmente a los clásicos.

Lo que Mike no sabía era que ese día se enamoraría.

Los coches de mi vida pasó de ser una lista de coches que le gustaban a ser lo que cambiaría su forma de entender el mundo. Cuando llegó al stand de los escarabajo quedó prendado. La vida tenía un color diferente cuando entraba en contacto con alguno de esos coches. Pero lo mejor no eran los coches en sí, sino la época. El decorado de todo aquello transportaba a cualquiera a un pequeño rincón alejado en el tiempo. Tras dos horas sentado mirando a la nada, absorto en sus pensamientos, Mike terminó por convencerse. Compraría uno de aquellos coches y generaría una nueva forma de vivir.

Lo que hizo a continuación fue llamar a Izzi y decirle que tirara por ahí los apuntes de derecho tributario y que le acompañara a tomar una cerveza, que ahora sí, cumpliría con los sueños de una vida. A partir de entonces tenía claro que el objetivo sería vivir la vida desde la pasión y llevar dicha pasión a todos los que le rodearan.

Proyección

Han pasado unos cuantos años de aquella historia. Mike cumplió con lo prometido. Los coches de mi vida se ha convertido en una forma de entender el mundo. Y es que lo vintage ha devorado la ficción. No existe una serie en Netflix que no recoja alguna de estas perlas de una época pasada. Mike ha sido capaz de llevar el pasado al presente y proyectarlo en la gente que no ha vivido esa época.

Ahora no nos extrañamos de gente tomando fotografías con cámaras analógicas, ni nos sonrojamos al ver a gente escuchando música a través de un tocadiscos. Stranger Things siguen pasando, pero el ser humano se acostumbra a ello. Y es que Mike supo verlo. Y se hizo millonario.

@ITCANph

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