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Historias y microcuentos

Nubes libres

By marzo 30, 2020diciembre 22nd, 2020No Comments

La nubes libres

Nubes encerradas II

Primera parte 

Cuando la vieja nube se alejó por fin, nuestra pequeña nube blanca comenzó a llorar. Se sentía muy mal por haber dejado su océano y sobre todo decepcionada ante la idea de vivir para siempre encerrada.

Apenas llevaba dos minutos llorando cuando una nube del mismo tamaño que ella se le acercó evitando toda cautela y miramiento y le dijo que debía calmarse, que llorando solamente conseguiría lo que quien la encerró esperaba de ella. Perder su blancura y llover sin medida.

Nuestra nube blanca se sentía extrañamente atraída por la nube que acababa de increparle. Poseía cierto magnetismo, difícil de concretar, pero que le resultaba imposible de obviar.

Trató de calmarse y buscar la manera de comunicarse con la nube magnética. Lo primero que pudo fue preguntar por el lugar en el que se hallaban, a lo que le contestaron que era una reserva natural, cercada por los hombres, que controlaban el paso de nubes por el norte.

¿Quiénes eran esos hombres? ¿Cómo podía ser que no se enterara de nada?; Siempre se había considerado espabilada, de esas que no dejan nada al azar y siempre quieren saber el funcionamiento de todo. Se ve que en su océano, no todos estaban al tanto de la existencia de otras nubes habitantes de tierra. Tampoco debían haberle explicado bien la naturaleza de los peligros que había más allá de la frontera marrón. Esos hombres de los que hablaba la nube magnética, solo con pensarlo se estremecía.

Las dos nubes entablaron conversación, a nuestra pequeña nube blanca le fascinaba cada una de las palabras que nube magnética le dirigía. Pasaron varias horas, las más interesantes de su corta vida, las mejores. Tanto era así que olvidó por completo su confinamiento. Fue nube magnética quien se lo recordó, le comentó que ella tenía un plan, pero que el resto de nubes que allí habitaban no estaban por la labor, en su mayoría ancianos que habían perdido toda clase de esperanza.

El plan

La nube magnética le comentó que tenía un plan para escapar. El confinamiento consistía en enjaular a las nubes entre el asentamiento del hombre y la montaña. De esta manera, las nubes quedarían atrapadas y en poco tiempo acabarían rompiendo a llover, bajando por la ladera de la montaña en forma de río, que les proveía de agua dulce para beber. El plan no era otra cosa que volar más alto, más alto de lo que el hombre era capaz de imaginar. Subir de esta manera a la cima de la montaña y huir por la ladera contraria.

Nuestra nube blanca, que después del gran varapalo que se había llevado recientemente con su detención, era un poco más prudente que antes. Ahora se preguntaba qué clase de peligros podría encontrar al otro lado de la ladera. Puede ser que lo que haya al otro lado sea incluso peor que el confinamiento. Tampoco tenía muy claro si el ascenso a la cima de la montaña era un plan realista.

Pero tras poca meditación, puesto que el tiempo apremiaba, decidió que debían lanzarse a la aventura. Total, habíamos venido a jugar, se dijo a sí misma.

La nube magnética le aconsejó que descansara, que partirían al amanecer. En su interior, nuestra nube blanca sintió una punzada. La noche se hizo eterna, no paró de fantasear acerca de los horizontes que alcanzaría junto a nube magnética. Estaba segura de que encontraría la salida a esa jaula en la que se encontraba. Al mismo tiempo tenía la extraña sensación de que había encontrado a su alma gemela, y se entristeció sobremanera al darse cuenta de lo sola que había estado todo aquél tiempo sin ella.

A la mañana siguiente, nada más nacer el sol, nube magnética se presentó delante de ella, más brillante si cabe que la tarde anterior. Tenía todo previsto. Se convertirían en nubes libres. Había diseñado un plan milimétrico para evadir la vigilancia de los hombres, pararían a coger fuerzas una vez pasada la tercera fila de árboles.

El ascenso

Tras más de dos horas de constante subida, la tercera fila de árboles se antojaba imposible de alcanzar. ¿Cómo pudieron pensar que sería tan fácil escapar?. Tras otras tres horas de ascenso habían perdido casi todas las esperanzas. La posibilidad de ser nubes libres parecía una quimera, algo que solamente ocurriría en los sueños prisioneros.

Nube magnética era quien tiraba de ella. Le animaba a continuar, le decía que pronto podrían ser libres, que lo conseguirían. Una vez traspasada la frontera de la segunda fila de árboles, sus peores temores parecían a punto de cumplirse. Sin apenas aliento y perdiendo volumen cada metro se encontraron con una red. Una frontera artificial, plantada por el hombre para no poder escapar.

Algo se movía en la parte baja de los árboles. Nube magnética avisó a nuestra pequeña nube para que se escondiera, aquello que se movía era un hombre. Fueron los árboles quienes se movieron, nuestra pequeña nube se dio un susto de campeonato. Los árboles comenzaron a susurrar…

– Hola nube magnética, los hombres han comenzado a talar a nuestros soldados más en forma… Creo que tratan de bloquear vuestra salida desde el norte con fronteras de madera.

– Increíble, amigo. Esto se nos escapa. No podemos seguir así. Hemos visto una red al final de vuestra frontera de fuego. ¿A qué se debe?

– Los humanos ahora tratan de hacer que nuestro avance no sea tan evidente. Han comenzado a darse cuenta de nuestra paulatina huída.

Parecían conocerse de toda la vida. Nube magnética y árbol sabio estaban hablando sobre la huída de la naturaleza, que pretendía escapar del hombre y sus expropiaciones. Nuestra nube no salía de su asombro, era el primer contacto que tenía con alguien distinto a una nube, a alguien sólido y aparentemente anclado a tierra.

Por lo visto los árboles tienen raíces y su movimiento es muy lento, una vez quedan asentados en tierra es muy complicado para ellos trasladarse. Aún así, debido a la acción del hombre, intentan escapar cada vez más alto, a algún lugar donde el sol les pueda alegrar un poco más la existencia y los humanos no les utilicen como arma contra el frío.

Sin saber cómo, nuestra nube magnética sale vertiginosa hacia el ser humano que talaba a los árboles más sanos, al llegar hasta él sopló con todas sus fuerzas, las pocas que le quedaban y caló hasta los huesos al hombre con el hacha. El hombre, que no salía de su asombro quedó instantáneamente congelado y los árboles de su alrededor comenzaron a mover sus hojas con el fin de crear viento, un viento que resultara insoportable, haciendo al hombre salir escopeteado a resguardarse tras una roca.

Era el momento de huir, ahora nadie podría pararles, cogerían el impulso del viento y se irían de allí. Nubes libres.

Lo que no sabía la pobre nube blanca, era que nube magnética había quedado sin fuerzas para seguir volando. Había perdido prácticamente la totalidad de su volumen y apenas tenía brillo, se había convertido en tormenta y tosía. Se había sacrificado por liberarla a ella. En su último aliento le rogó que se fuera, que cogiera todo el impulso que pudiera y que se fuera, que no volviera jamás.

– Y que no se te ocurra llorar

– Nubes libres, dijimos que seríamos nubes libres.

– Y lo seremos, pequeña nube blanca. Siempre viviré en ti. ¡Ahora vuela!

Nube blanca salió volando. Entre el impulso de los árboles y la extraña fuerza interior que surgió de a saber dónde, pudo llegar a la cima de montaña, donde habitaban las nieves. Había alcanzado sus sueños, llegar a las cimas más altas y resguardar a las nieves. Todo aquello no le reportaba ningún gozo, puesto que sus sueños estaban manchados por los horrores que había vivido y que todavía empañaban su conciencia.

Pasó el invierno buscando maneras de acabar con aquel cerco de redes que tenían confinadas a las demás nubes. No supo cómo hacerlo hasta que imaginó a su nube magnética hablando con los árboles. Si ella fue capaz de hablar con los árboles, quizá ella pudiera ser capaz de hablar con las nieves. Quizá, por alguna casualidad poco probable, encontrara la manera de comunicarse con el agua congelada. Al fin y al cabo ella también era agua, seguro que encontraba la forma.

Aprovechando las rachas de viento que llegaban desde el sur de la montaña, consiguió llegar con su mensaje a ciertos copos de nieve. Había tenido una idea, que seguro las nieves estaban dispuestas a llevar a cabo por ella. Puesto que darían como fruto la liberación de las nubes y por lo tanto la posibilidad de proteger a la naturaleza. El plan consistía en armar un ejército de nieve, que rodase y rodase ladera abajo hasta llevarse por delante a las barreras que tenían enclaustradas a las nubes. Ella lideraría la hazaña, bajaría pendiente abajo con todo su esfuerzo, alentando a los árboles a que abrieran el paso ante la llegada de las nieves y así arrasar con todo.

Nubes libres

El plan estaba preparado. Esperarían al amanecer.

Las nieves estaban dispuestas a morir por los intereses de la naturaleza. Era bien sabido por ellas que si las nubes no eran capaces de llegar a la cima, ellas no podrían seguir creciendo al llegar el invierno, puesto que no llegaría agua hasta la cima. El sacrificio sería en nombre de todas las nieves del futuro.

Comenzaron a caer los primeros copos, que se juntaron con los de más abajo y así sucesivamente hasta formar una gran bola de nieve que bajaba a simple vista descontrolada, pero que iba completamente dirigida a acabar con el cautiverio de todas las aguas confinadas en forma de nube.

Esa es la verdadera historia de cómo las nubes son libres. Siempre hay alguien que vuela un poco más lejos y que no se deja influir por nada ni por nadie. Siempre es fiel a sí mismo y vive por y para la vida.