Era de la información, trágame
Más de mil doscientos años hace de aquello, en plena era de la información. Pero lo que más sorprende es la escasez de conocimiento que tenemos de lo que pasó. Parece mentira que se pudiera actuar con tan poca previsión ante acontecimientos tan extensamente pronosticados. Y es que los magos ya auguraban la existencia de extrañas fuerzas del mal, que vendrían para poner a prueba a nuestra civilización y hacer temblar los cimientos de lo que hasta aquél momento considerábamos inmortal.
Los tiempos son los únicos inmortales. La historia dicen que también, que los nombres de los héroes permanecen en ella por los siglos de los siglos. Pero lo cierto es que la historia es maleable y casi siempre, interpretable.
Hace mil doscientos años, la sociedad se enfrentó a lo que siempre se había pronosticado. Y como los de arriba lo hicieron tan bien, nos vimos avocados a creer la película, su película. Nos entrenaron para ello, nos dibujaron un mundo de caos e hicieron calar en la población la idea de que la autoridad férrea sería la única capaz de controlar ese estado de pánico. No un mandatario, sino la propia autoridad.
Pronósticos y consecuencias
La única verdad es que estaban avisados. Gurús de medio planeta ya habían hablado con los mensajeros extranjeros, habían contado y cantado historias sobre lo que pasaría.
Y la gente siempre creyó que su modo de vida nunca se vería afectado, que mucho se había remado y que intrínsecos eran los derechos. Se entretenían con las historias, a modo de película, teatro o libro, les divertía la idea e incluso idolatraban a los actores que les permitían fantasear. La era de la información, daba igual cómo fuera, información a fin de cuentas. Información desmentida que no dejaba de ser su verdad, pese a que fuera inventada; información en modo leyenda negra; información a modo de almohada para reposar las cabezas y no dejarlas erigirse por sí mismas; información contradictoria, que un día indicaba una cosa y al día siguiente la contraria, siendo únicamente válida la validada por el pensamiento colectivo.
Todo esto pasó hace mil doscientos años, en la era de información, cuando nos creíamos más libres y más inteligentes de lo que éramos. Hoy lo estudiamos desde la lejanía, pretendiendo llegar a algún consenso, sin saber si lo que se cuenta es verdad o no es más que una historia inventada, porque la verdad es, pese a lo mucho que nos cueste creerlo, subjetiva.
Era de información, trágame.