Dicen que la fotografía es el arte de pintar con luz.
Para mí, la fotografía es la posibilidad de capturar un instante, viajar en el tiempo y hacerlo eterno. Espacio y tiempo concentrados en la más terrible inmovilidad. Ensoñación e inmortalidad.
No vuelves a ser igual de joven, ni vuelves a sentir lo mismo, ni vuelves a pensar de la misma forma.
Una fotografía es una mentira.
Una fotografía es una verdad.
Hace años que vivimos la revolución de los smartphones y de las cámaras fotográficas digitales, lo que podríamos considerar una democratización de la eternidad, ya que antes de que la fotografía existiera las personas que querían o debían pasar a la historia por sus méritos o simplemente por su posición en la sociedad, debía ser retratado con un pincel en el lienzo o a través del cincel en el mármol.
El mundo tecnológico y digital avanza a pasos agigantados, nos encontramos con que ahora en el mercado existen smartphones que cuentan con hasta 5 cámaras, ¿con qué propósito? pues que se pueda llegar a acercar la fotografía a lo que el ojo humano es capaz de ver.
No por disponer de 5 cámaras puedes hacer arte de la fotografía, puede ayudarte a aprender más rápido, puedes hacer más fotos, más veloz… Pero el ojo humano no es reemplazable por una lente artificial.
Pero, ¿dónde reside el arte dentro de la fotografía?
Pues en la unión entre técnica y perspectiva.
La técnica es lo que estudiamos y lo que cualquiera puede aprender a base de interés y esfuerzo, repeticiones y fallos.
Y la perspectiva es que lo que uno quiere transmitir, sea capaz de hacerlo.
A veces, cuando las dos cosas conjugan bien, o incluso faltando técnica, se puede llegar al arte en la fotografía. No siempre es así, y hay que ser muy osado para considerarse a uno mismo artista, es el público quien tiene la última palabra. Por eso el mejor legado que deja un fotógrafo es su obra, aunque quien aparezca en ella sea otra persona y quien disfrute sea sin lugar a dudas quien juzgue.